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“Y, aunque estaba preparado para todo, cuando te vi entrar al restaurante del brazo de Fernando Segovia y vos te reías y tu risa se abría paso hasta mi corazón como un relámpago, por primera vez me pareció difícil seguir fiel a nuestra promesa de amor. Porque estabas vestida para ese hombre, tu pollera corta, la marejada de tu cabello, todo en vos me hería de muerte. Yo estaba adentro con mi amiga Valeria, y te vi llegar, caminaste con esos pasos seguros que tanto me gustaban y te detuviste esperando a que Segovia decidiera qué mesa ocuparían. Y cuando Segovia señaló un lugar, vos fuiste hacia la silla que el mozo había apartado y te sentaste y cruzaste tus piernas de una manera perfecta, detentando tu poder”.